La ansiedad es muy común y no existe ningún ser humano que no se relacione con ella algunas veces. Que nos guste o no, forma parte de nuestra vida.
Es un problema que se refleja en todo el cuerpo (latido cardiaco acelerado, respiración alterada, sensación de desmayo...) pero que, básicamente, se origina en nuestra mente, en nuestros pensamientos.
De hecho, la mayor parte de nuestra ansiedad se debe a la «mala historia» que nos contamos.
Pensamientos del tipo:
- “No soy lo bastante inteligente/bueno/simpático/atractivo”
- “Soy demasiado joven/viejo”
- “No tengo una experiencia suficiente”
- “Me quedaré mal”
- “No soy capaz”
- “Las cosas siempre salen mal”
solo son algunos ejemplos de esquemas de pensamiento equivocados, a veces inconscientes, que causan una distorsión de las cosas y una visión de ellas más negativa que la realidad.
Cambiar las ideas que tenemos en la cabeza y cambiar la historia que siempre nos contamos pueden cambiar nuestra vida.
Por esta razón es fundamental aprender a hacer amistad con nuestro diálogo interior.
Estas son las 7 distorsiones de pensamiento que alimentan la ansiedad más que todas las demás:
1. Pensamiento absolutista
Este tipo de pensamiento supone la inexistencia de alternativas positivas y suele llevar al victimismo.
“Nunca encontraré el amor”
”Al final, todas las personas te decepcionan”
“Se acabó”
“No puedo ser feliz sin él”
“Nunca encontraré un trabajo que me guste”
Lo veo todo negro. Los acontecimientos desagradables que nos ocurren se enfatizan cada vez más y provocan de manera inevitable una sensación de derrota y de fracaso infinito
Esta forma de pensar nos vuelve “ciegos” y no nos permite abrir la mente para encontrar alternativas válidas.
El resultado es que la visión de nuestra vida será oscurecida por nuestros pensamientos tergiversados.
2. Banalizar las cosas positivas
Esto pasa cuando en una escala de 1 a 10 damos importancia 10 a las cosas que no funcionan (¡las encontramos todas!), mientras que damos importancia 1 a todas las cosas buenas que nos ocurren. .
¿Cómo sucede esto?
Por ejemplo, infravalorando nuestros éxitos, considerando nuestras buenas experiencias como algo nimio, contándonos que el problema que hemos resuelto al final no era tan grande...
y al final no disfrutar de todo lo bueno que la vida ofrece se convierte en un canal que provoca ansiedad.
3. Sacar conclusiones precipitadas
Atribuir inmediatamente una interpretación negativa a los acontecimientos parece un ejercicio muy frecuente entre las personas. Sin embargo, un análisis más detenido habría podido llevar a conclusiones opuestas.
“Hoy no me ha dirigido la palabra, ¡seguro que está conmigo! ¿Qué he hecho de malo?”
¿Y si, en cambio, solo está preocupada por una mala noticia que ha recibido por la mañana?
Personalizar todo lo que ocurre, pensando que somos el centro del mundo y que todo lo que las personas dicen o hacen es una reacción hacia nosotros, seguramente hace que la vida sea más estresante.
4. Prever el futuro
Esto pasa cuando tenemos la costumbre de anticipar que las cosas van a salir mal. Desafortunadamente, a menudo estos pensamientos se convierten en una profecía que se auto-realiza. Vivir el desastre en nuestra mente antes de que ocurra realmente predispone negativamente nuestro cuerpo y nuestra mente.
5. Pensar que lo que sentimos es la realidad
El error consiste en pensar que nuestros pensamientos y nuestras emociones reflejan la realidad de lo que pasa.
La convicción tergiversada es “yo siento esto, entonces debe ser verdadero”.
Si te sientes estúpido, no significa que eres estúpido, si te sientes aburrida, no significa que eres aburrida.
No es así en absoluto.
Esta forma de pensar causa una ansiedad injustificada.
No todo lo que pasa en nuestra mente es real en el mundo. No todo lo que sientes o adviertes tú, es un hecho comprobado. Si nos entrenamos, podemos aprender a manejar hábilmente nuestros pensamientos.
6. Obligarnos a hacer las cosas
A menudo nos convencemos de que “tenemos que” obtener algo para estar satisfechos en nuestra vida, sin lo cual no podemos ser felices.
Aunque tengamos las mejores intenciones, a veces la vida no sale como queremos.
Un pensamiento tergiversado que prefigura acontecimientos catastróficos en caso de fracaso, puede causar ansiedad, estrés y sentimiento de culpabilidad.
Un ejercicio útil sería intentar transformar los “tengo que hacer” en “deseo hacer”, tratando de entender POR QUÉ deseo realmente algo, para actuar/pensar con mayor serenidad.
7. Incapacidad de filtrar la realidad
Ejemplo.
Escribes algo en Facebook. Recibes 10 comentarios positivos y 1 comentario muy negativo.
Postergarás los comentarios positivos focalizándote y amplificando las sensaciones relativas al comentario negativo.
Olvidarás todo el resto, con tu mano recogerás el comentario negativo y lo pondrás directamente dentro de tu cabeza, dejando que crezca minuto tras minuto, aislando y olvidando toda la información que en cambio produce serenidad.
No podemos controlar las acciones de los demás, pero podemos controlar nuestra conducta, nuestros pensamientos, nuestras palabras, nuestras emociones y nuestros comportamientos. Comprender nuestros esquemas de pensamiento tergiversados es el mejor punto de partida.
¡Identifica tus pensamientos no funcionales, selecciona uno o dos de ellos (los más relevantes para ti y para tu vida) en los que trabajar y empieza a tomar el control ya desde ahora!