La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que, en tan solo unos años, la depresión se convertirá en la segunda causa de discapacidad por enfermedad. Se trata de uno de los trastornos mentales más frecuentes e incapacitantes y, en el mundo, la cifra de personas que la padecen aumenta considerablemente todos los años.
Definición de depresión
Las personas que tienen síntomas de depresión padecen frecuentes e intensos estados de tristeza e insatisfacción y, habitualmente, no sienten placer en las actividades cotidianas. Por el contrario, constantemente se muestran irritables y suelen tener pensamientos pesimistas acerca de ellos mismos, de las personas con quienes se relacionan y de su propio futuro.
Generalmente, sentirse deprimido significa ver el mundo a través de unas gafas de sol oscuras: todo parece más aburrido y mucho más difícil de manejar que de costumbre, incluso levantarse por la mañana o ducharse. Además, quienes padecen depresión tienen la sensación de que las personas que los rodean no logran comprenderlos y que son innecesariamente optimistas.
Pero ¿cuál es la explicación de todos estos sentimientos y emociones negativas? Lo cierto es que uno de los conceptos ligados a la depresión es el del estado de ánimo, que hace referencia a una de las funciones psíquicas adaptativas más importantes del ser humano.
Los estados de ánimo de la población general tienen flexibilidad emocional; es decir que, según las circunstancias o los eventos emocionales que experimentan, tienden a tener emociones positivas o negativas. En cambio, las personas que padecen depresión no cuentan con esa flexibilidad y, en general, su estado de ánimo se inclina siempre hacia sentimientos y emociones negativas, más allá de los factores externos.
No obstante, Beck y Alford (2009) aseguran que también es posible que los pacientes con depresión no presenten alteraciones en el estado de ánimo. Los autores, además, esbozan una lista de otros componentes de la depresión:
Alteraciones en el estado de ánimo: soledad, apatía, tristeza
Un autoconcepto negativo asociado con el reproche y la culpa
Sentimientos negativos y autocastigos: deseos de escapar, esconderse o morir
Cambios en el nivel de la actividad: demoras y agitación
Síntomas vegetativos: pérdida de la libido, anorexia, insomnio
Tipos de depresión
Existen varios trastornos depresivos, siendo los más frecuentes:
El trastorno depresivo mayor (o “depresión clínica”)
El trastorno depresivo persistente (o “distimia”)
La depresión posparto
El trastorno disfórico premenstrual (también conocido por sus siglas TDPM)
A pesar de que se trata de diferentes trastornos, todos tienen en común que sus pacientes experimentan cambios somáticos y cognitivos que afectan significativamente a su capacidad de funcionamiento y, en general, un estado de ánimo triste acompañado de sentimientos de irritabilidad y vacío. No obstante, sí existen algunas diferencias entre todos los trastornos, sobre todo cuando hablamos de su origen, el momento en que aparece y su duración (DSM V, 2013).
Síntomas de la depresión
La depresión tiene una serie de síntomas característicos que pueden manifestarse tanto de forma aguda (con fases depresivas súbitas que pueden desaparecer solas o gracias a la realización de una terapia) como constante, aunque sea de forma leve, con algunos momentos repentinos de empeoramiento. En este último caso, estamos hablando del trastorno depresivo persistente.
En cualquier caso, es importante tener en cuenta que los síntomas de la depresión pueden ser sutiles, incluso hasta el punto de que nadie se dé cuenta del problema, incluida la propia persona que padece la enfermedad.
En esas situaciones, los síntomas son atribuidos a causas como el estrés, el nerviosismo y la fatiga que pueden conllevar el trabajo, el núcleo familiar o las relaciones de pareja. De hecho, es común que las personas deprimidas no quieran reconocer su propio estado interno, lo cual los lleva a tener una visión negativa de todas las cosas y a expresar sentimientos y emociones pesimistas e intolerantes, mostrándose distantes, fríos y nerviosos, y creyendo que esto es consecuencia de factores externos que deben modificarse, como la familia, las relaciones o el dinero.
A continuación, veremos cuáles son los síntomas de la depresión, divididos en cinco grupos.
Síntomas cognitivos
Entre las alteraciones cognitivas de la depresión encontramos una fuerte tendencia a culparse, desvalorizarse y no sentirse merecedor de las experiencias positivas. Además, existen constantes pensamientos pesimistas acerca de errores cometidos en el pasado, y aquellos eventos cotidianos neutrales o triviales son interpretados por la persona depresiva como una evidencia de insuficiencias o defectos personales.
Por otro lado, los síntomas cognitivos también incluyen constantes distracciones y problemas de memoria, lo que se traduce en una reducida capacidad de concentración o de tomar decisiones, así sean poco trascendentes.
Síntomas afectivos
Las personas que padecen un trastorno depresivo mayor muestran, en general, un estado de ánimo deprimido que se manifiesta en un sentimiento de tristeza diario. En ese sentido, los pensamientos y las emociones que experimenta una persona con depresión son siempre negativos, llegando incluso a existir un dolor por vivir, lo que lleva a no poder disfrutar de ninguna situación.
De hecho, la pérdida de placer es una de las características que siempre está presente en los trastornos depresivos. Así, las personas que tienen esta afección no pueden encontrar disfrute en las actividades y los pasatiempos que, anteriormente, buscaban de forma activa y voluntaria. Además de abandonar la realización de esas actividades, las personas con depresión también se aíslan socialmente y tienen una disminución del deseo sexual.
Síntomas de falta de motivación y voluntad
Las personas deprimidas se sienten muy cansadas a pesar de no haber realizado ninguna actividad física. Es así que podemos decir que esta enfermedad se caracteriza por una fatiga manifiesta, donde las actividades más pequeñas, como realizar un quehacer cotidiano o incluso caminar, requieren de un esfuerzo considerable. Esto reduce la eficiencia en el desempeño: por ejemplo, una persona puede quejarse de que desayunar le resulta agotador y, por ello, destina el doble de tiempo de lo habitual.
Síntomas físicos
Entre los síntomas físicos de la depresión están los dolores de cabeza; los dolores muscular, óseo, abdominal y articular; y un aumento en la intensidad de las palpitaciones (o taquicardia). Además, puede haber estreñimiento o diarrea. Por último, es posible que aparezcan mareos o cierto aturdimiento.
Cabe destacar que puede ocurrir que la persona con depresión manifieste únicamente estos síntomas físicos sin que exista una percepción de disminución del estado de ánimo. De hecho, cuando estos trastornos somáticos no se deben a condiciones traumáticas, como accidentes, patologías, esfuerzos musculares o alteraciones metabólicas, y cuando el médico ha descartado que su origen sea una causa orgánica, podríamos estar hablando de una depresión enmascarada, también conocida como “depresión silenciosa”. La confirmación de este diagnóstico podría llegar a raíz de que el paciente responde de forma positiva a los medicamentos antidepresivos, o a la existencia de un familiar que también ha padecido un trastorno depresivo mayor.
Síntomas conductuales
Entre los síntomas relacionados con la conducta, encontramos alteraciones en el apetito, que puede aumentar o verse reducido, según el caso. En general, existe una pérdida de peso en las personas con depresión; de hecho, quienes sufren el trastorno depresivo mayor aseguran que, en ocasiones, deben obligarse a ellos mismos a comer. Sin embargo, también es posible que la persona coma más y busque cierto consuelo en la comida, ingiriendo alimentos dulces u otros carbohidratos.
Por otro lado, existe una marcada desaceleración motora en las personas con depresión, que puede manifestarse como una mayor lentitud para hablar, pensar, moverse o realizar las actividades cotidianas. También puede aparecer agitación, con lo cual hacer actividades sencillas como sentarse, caminar, lavarse las manos, bañarse, lavar la ropa o limpiar la casa se tornan tareas difíciles.
Por último, un síntoma conductual tiene que ver con las alteraciones del sueño. De hecho, es precisamente esta afección la que, en ocasiones, le da la pauta al paciente de que necesita tratamiento.
Entre las alteraciones a la hora de dormir asociadas a la depresión encontramos los problemas para conciliar o mantener el sueño (insomnio), haciendo que la persona no se sienta lo suficientemente descansada por la mañana. Otra de las problemáticas frecuentes tiene que ver con la hipersomnia, que consiste en dormir demasiado tiempo.
Causas de la depresión
Las causas de la depresión pueden catalogarse en tres factores:
Factores sociales y psicológicos
A nivel psicosocial, los eventos estresantes son categorizados como factores que desencadenan episodios depresivos. De estos eventos, los más comunes son los conflictos familiares; los cambios muy abruptos (de ciudad o de casa, por ejemplo); las enfermedades físicas; los duelos; las separaciones matrimoniales; las situaciones de inseguridad; las modificaciones en las condiciones laborales; el comienzo de un nuevo empleo; o la enfermedad de un ser querido. Cabe destacar que, con más frecuencia, estos eventos pueden tener un impacto negativo en quienes han tenido experiencias adversas durante su niñez y, por tanto, carecen de la capacidad para afrontarlas eficazmente.
Factores biológicos
Los factores biológicos son aquellos que hacen referencia a los cambios hormonales, neuronales y del sistema inmunológico. Por ejemplo, la alteración de la transmisión de los impulsos nerviosos, ocasionada por cambios en la regulación de neurotransmisores como la serotonina y la norepinefrina, pueden afectar la iniciativa, el sueño, las reflexiones sobre uno mismo y las interacciones sociales.
Factores fisiológicos y genéticos
La depresión por sí misma no se hereda; sin embargo, se hereda la predisposición a padecer el trastorno. En ese sentido, los familiares de primer grado de personas con depresión tienen un riesgo de dos a cuatro veces mayor de padecerla que la población general.
Consecuencias de la depresión
Las personas que padecen depresión sufren repercusiones negativas en todos los ámbitos de su vida cotidiana. En primera instancia, el estado de ánimo deprimido afecta la relación con uno mismo y con su propio cuerpo, lo que se traduce en dificultades para cuidar la apariencia, comer y dormir con regularidad.
Por otra parte, se generan situaciones de aislamiento social que, con el tiempo, afecta las relaciones entre la persona deprimida y su pareja, sus hijos, sus amistades y sus colegas. Por último, la calidad y el ritmo de la actividad laboral y académica pueden verse disminuidos, fundamentalmente debido a los problemas de concentración y memoria.
Además, la depresión conlleva a un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cerebrovasculares y cardiovasculares, según la American Heart Association (2014). En ese sentido, las consecuencias físicas de esta enfermedad no deben pasarse por alto y, en caso de no tratarse, los resultados de insuficiencia cardíaca pueden empeorar, aumentando el riesgo de mortalidad. Finalmente, las personas que sufren depresión se enfrentan a un coste extra: la prolongación del sufrimiento que lleva, en ocasiones, a pensamientos suicidas y, en el peor de los casos, al suicidio.
Tratamiento y cura de la depresión
Afortunadamente, la depresión es un trastorno que tiene cura a través de diferentes tratamientos.
Por un lado, se encuentra la terapia con antidepresivos, aunque esta es únicamente sintomática; es decir, que se hace necesaria cuando la gravedad de la depresión inhibe la vida social, laboral y emocional, y actúa sobre los síntomas.
Por otro lado, se encuentra la psicoterapia, que comprende que las causas de la depresión no son exclusivamente biológicas, sino que también pueden surgir por motivos psicosociales.
De cualquier manera, cuando la gravedad de la depresión inhiba la vida social, laboral y emocional, es recomendable no recurrir inmediatamente al tratamiento psicológico, sino incluir en primera instancia un tratamiento farmacológico sobre los síntomas con el fin de reducir la gravedad y luego comenzar el proceso de psicoterapia.