Acecho, acosar, stalking: características de la víctima y del stalker

stalking

Stalking: ¿qué es?

El stalking (también conocido como “acecho” o “acoso físico”) es una forma de agredir física o psicológicamente a otra persona a partir de una persecución sistemática.

El término stalking viene del inglés to stalk, que quiere decir “acechar”, y se trata de una forma de agresión llevada a cabo por un acechador (o stalker) que irrumpe en la vida de otro individuo de forma repetitiva, no deseada y destructiva.

Para que tenga lugar el fenómeno del stalking o acecho, debe existir un perseguidor o acechador, una víctima y una relación entre ambos, caracterizada por actitudes persecutorias por parte del acechador. Estas actitudes pueden generar consecuencias físicas y psicológicas en la víctima que comprometen su vida diaria, como estados de miedo y ansiedad.

El comportamiento del stalker (acechador)

Existe una serie de comportamientos en los que una persona puede ejercer stalking hacia su víctima. Todas estas acciones comparten la misma característica: son persecutorios e insistentes, y logran que la víctima que los sufra esté angustiada y asustada. A continuación, veremos algunas de las formas en las que una persona puede ejercer el stalking hacia su víctima.

  • Investigar sus actividades diarias

  • Dejar mensajes en sus redes sociales

  • Dejar mensajes en su automóvil, casa o lugar de trabajo

  • Enviar mensajes de texto, cartas o correos electrónicos de forma sistemática

  • Realizar llamadas continuamente

  • Estropear o romper sus objetos personales

  • Seguirla

  • Difamarla o insultarla

  • Agredirla físicamente

  • Agredirla sexualmente

  • Amenazar a la víctima o a sus allegados

Es importante destacar que, en ocasiones, el miedo y la angustia generados por estas actitudes hacen que la víctima no denuncie el delito a las autoridades correspondientes. De hecho, varias investigaciones han puesto de manifiesto que son muchos los sujetos que no dan a conocer las persecuciones sufridas debido al temor por las posibles represalias que podría conllevar la propia denuncia.

Origen del término “stalking”

Pero ¿de dónde viene la palabra stalking? Lo cierto es que los comportamientos típicos de un acechador no son una peculiaridad exclusiva de nuestro siglo, pero recién en las últimas décadas el fenómeno ha recibido un nombre y una ubicación precisa en el campo psicológico y psiquiátrico.

En la década de 1960, los estudiosos comenzaron a utilizar el término star-staking, que podría traducirse como “acecho a estrellas” o “acecho a famosos”, para referirse al asedio constante de admiradores con trastornos psíquicos hacia distintas celebridades. Algunos casos famosos fueron los Beatles en Inglaterra o la actriz Rebecca Schaeffer en Los Ángeles. Este último caso terminó en tragedia después de que un fanático con trastornos mentales la asesinó en 1989.

Los casos continuaron creciendo y, poco a poco, el término stalking comenzó a ocupar un lugar importante en la sociedad. Incluso varias películas introdujeron este fenómeno en sus tramas, como Duelo (Steven Spielberg, 1971); Atracción fatal (Adryan Lyne, 1987); Durmiendo con el enemigo (Joseph Ruben, 1991); El guardaespaldas (Mick Jackson, 1992) y Retratos de una obsesión (Mark Romanek, 2002).

El stalker: características del acechador

A pesar de que todavía no existe una clasificación ampliamente aceptada sobre las características del stalker o acechador, sí es posible asegurar que esta persona manifiesta, en general, un problema en los ámbitos afectivo-emocional, relacional y comunicativo que no siempre se corresponde con un cuadro psicopatológico preciso.

Más allá de esto, expertos en diversos campos sugieren algunos estudios científicos en los que es posible encontrar ciertas características de los stalkers.

Los primeros en proponer una clasificación para estas personas fueron Zona, Sharma y Lane (1993), quienes basaron su investigación en 74 archivos de la Unidad de Gestión de Amenazas del Departamento de Policía de Los Ángeles. Más tarde, los autores complementaron su estudio con otros 126 casos.

Dos años más tarde, Harmon, Rosner y Owens (1995) analizaron 48 casos de la Corte Suprema de Nueva York y dividieron a los stalkers en dos categorías diferentes según el tipo de apego que tenían con sus víctimas:

  • Apego persecutorio-iracundo

  • Apego afectivo-amoroso

Otra clasificación es la de Mullen y Purcell (2002), quienes consideraron una muestra de 145 evaluaciones clínicas de casos de stalking con un enfoque multiaxial. La información desprendida de los ejes estudiados en estos casos permite intentar predecir la duración del stalking, la naturaleza de sus comportamientos, el riesgo de agresiones y la estrategia de respuesta y gestión. A continuación, veremos cuáles son los tres ejes de este estudio:

  • El eje I se refiere a la motivación del stalker y al contexto en el que actúa. En este punto, es muy importante comprender la función del comportamiento del acosador, tanto en relación con las necesidades y los deseos que busca satisfacer, como en relación con la gratificación como un elemento de refuerzo que puede perpetuar esa conducta persecutoria. También es fundamental comprender el contexto en el que se produce dicho comportamiento, con el objetivo de entender mejor los objetivos y las estrategias utilizadas por el stalker.

  • El eje II hace referencia a las características de la relación preexistente con la víctima de stalking. Incluye un análisis de las relaciones entre el stalker con diferentes personas: socios, contactos profesionales, amigos y conocidos.

  • El eje III incluye el diagnóstico psiquiátrico, dentro del cual se distinguen dos áreas:

    • Trastornos psicóticos, entre los que se encuentran la esquizofrenia, las psicosis afectivas, las psicosis orgánicas y los trastornos delirantes.

    • Trastornos no psicóticos, entre los que se encuentran los trastornos de ansiedad, los trastornos del estado de ánimo y los trastornos de la personalidad.

Una tercera clasificación propone cuatro tipos de stalkers según su variación en el sistema de propósitos: resentidos, pretendientes torpes, depredadores y necesitados de afecto. En otras palabras, esta categorización responde a cuáles son las necesidades y los deseos de los stalkers para explicar qué los mueve a tener esos comportamientos de agresión.

  • El “resentido” suele representar a una expareja que quiere vengarse a partir de una ruptura en una relación sentimental provocada, según su opinión, por motivos injustos. Este tipo de stalker puede publicar imágenes privadas de la víctima en Internet, seguirla en la calle o esperarla fuera de su casa. Además, puede dañar sus propiedades, como su automóvil o su vivienda; en su opinión, cualquier comportamiento dañino estará justificado en base al perjuicio que él cree haber sufrido y que, en parte, lo legitima para responder.

  • El “pretendiente torpe” es un tipo de stalker caracterizado por su dificultad para entablar relaciones con otras personas. Esto lleva a que la víctima se sienta invadida por esta persona y, en consecuencia, atacada,

  • El “depredador” es un acechador cuyos comportamientos son movidos por un deseo de tener contacto sexual con su víctima; deseo que es directamente proporcional a la reacción de temor de esta.

  • El “necesitado de afecto” es un tipo de stalker o acosador que actúa a partir de la necesidad de crear una relación emocional con la víctima. En estos casos, cualquier mínimo gesto de confianza que exprese la víctima será interpretado por el stalker como una clara expresión del deseo de contacto y cercanía emocional, lo cual justificará esa conducta de acercamiento.

Por último, un artículo publicado en Journal of Criminal Justice sugiere que existe una relación entre el stalking y la teoría del apego. En particular, lo que se encontró fue una vinculación entre algunas de las conductas del stalker y los trastornos de personalidad del grupo B; es decir, aquellas personas caracterizadas por pensamientos y comportamientos dramáticos, excesivamente emotivos o impredecibles. En ese sentido, es posible investigar cómo los patrones de apego del niño con la madre que propuso Bowlby se asocian con las características de la personalidad del stalker.

La investigación llevada a cabo por Patton, Nobles y Fox buscó determinar qué apego disfuncional podía asociarse a esos comportamientos típicos de un stalker, y se llegó a la conclusión de que el apego inseguro ansioso ambivalente está fuertemente vinculado a esas conductas.

De esta forma, se logró determinar que los individuos con patrones de apego de ese tipo se caracterizan por sentir ansiedad en las relaciones, así como participar en comportamientos asociados a celos y conductas iracundas hacia la pareja. Además, tienden a demostrar comportamientos de acecho hacia exparejas.

La víctima de stalking

El stalker o acechador logra vulnerar el espacio privado de la víctima, haciendo que esta experimente emociones y sentimientos intensos que van desde un estado inicial de alerta y un estrés psicológico hasta una sensación de preocupación persistente. Además, las víctimas sienten miedo por la propia vida, ira y desprecio hacia el stalker y, por último, culpa y vergüenza por la situación que están padeciendo.

De hecho, estos sentimientos de culpa y vergüenza son los que favorecen el aislamiento de la víctima, haciendo que sea muy difícil pedir ayuda. En consecuencia, las víctimas de los stalkers terminan por desarrollar cuadros psicopatológicos reales.

Desde el punto de vista psicológico y emocional, los síntomas más comunes reportados por las víctimas de stalking incluyen:

  • Miedo

  • Ansiedad

  • Desesperación

  • Culpa

  • Vergüenza

  • Ira

  • Alteraciones del sueño

  • Reacciones depresivas

  • Sentimientos de impotencia

  • Ideas suicidas

En cuanto a la salud física, por su parte, se dan trastornos del apetito, situaciones de abuso con alcohol, un aumento en el consumo de cigarrillos, náuseas e insomnio. Sin embargo, cabe señalar que las víctimas de stalking no siempre desarrollan un trastorno psiquiátrico.

Los síntomas pueden ser subclínicos o transitorios, y pueden compensarse con la resiliencia de un sujeto o con su capacidad para adaptarse a un evento traumático.

En las últimas décadas, diversas investigaciones se han llevado a cabo con el objetivo de evaluar las consecuencias del stalking en las víctimas. Uno de los primeros estudios fue el realizado por Pathè y Mullen (1997), quienes realizaron una muestra en un centenar de víctimas de stalking de Australia. Los resultados arrojaron que:

  • El 94% sufrió cambios importantes en sus actividades diarias y en su estilo de vida en general

  • El 80% experimentó un crecimiento en sus niveles de ansiedad

  • El 75% informó tener trastornos crónicos del sueño

  • El 70% redujo significativamente sus actividades sociales

  • El 55% aseguró tener pensamientos recurrentes sobre el evento traumático de stalking

  • El 50% disminuyó la cantidad de horas que trabajaba o incluso dejó su actividad laboral

  • El 50% anunció que tenía síntomas de trastornos alimentarios, dolor de cabeza, debilidad y fatiga

  • El 40% debió cambiar de domicilio

  • El 38% informó tener problemas de despersonalización

  • El 34% debió cambiar de trabajo

  • El 25% aumentó el consumo de alcohol y nicotina

  • El 25% aseguró tener pensamientos suicidas

Años más tarde, Kamphuis et al. realizaron un estudio en Países Bajos sobre 200 víctimas de stalking. Esta investigación también documentó la aparición de síntomas psicológicos clínicamente relevantes y, en particular, de numerosos casos de estrés postraumático. La gravedad de los síntomas es comparable a la que fue hallada en personas que experimentaron accidentes aéreos, accidentes automovilísticos graves y robos a mano armada.

Por su parte, Gargiullo y Damiani encontraron, entre las víctimas de stalking, las siguientes patologías:

  • Trastorno de estrés postraumático (TEPT). Esto surge a partir de uno o más eventos con un fuerte impacto emocional, como lesiones graves, actos de persecución persistentes y amenazas de muerte. El TEPT se manifiesta a través de sueños y recuerdos invasivos egodistónicos, además de una sensación de repetición del evento traumático como resultado de estímulos internos o externos con características similares a ese evento, lo que provoca un gran malestar psicológico. Todo esto puede llevar a la persona a evitar cualquier situación asociada al trauma, con una consecuente amnesia disociativa. Además, las personas con TEPT tienden a desapegarse emocionalmente del entorno, a reducir la afectividad, a reducir el interés en actividades sociales y a tener una visión negativa del futuro.

  • Trastorno de estrés postraumático complejo (TEPT-C). Este trastorno resulta de una exposición prolongada a un trauma, ya sea físico, emocional o sexual. Van der Kolk y Courtois lo definen como un trastorno que produce pérdida de seguridad, valor, autoestima y confianza. Además, el TEPT-C conlleva ciertas dificultades emocionales e interpersonales en quien lo padece, con síntomas como una alteración en las relaciones con los demás, una dificultad para regular las emociones y el recuerdo constante de episodios traumáticos. Todos estos problemas suelen estar presentes en la mayoría de las víctimas de stalking.

  • Aversión sexual. A menudo, los episodios de stalking que incluyen violencia física o sexual llevan a la víctima a desarrollar aversión sexual. Este cuadro psicopatológico se caracteriza por ansiedad, disgusto, miedo, repulsión y disminución de la libido (deseo sexual). Para afrontar estas situaciones, las víctimas de stalking suelen implementar estrategias como acostarse demasiado temprano, descuidar su apariencia física o pasar demasiado tiempo en el trabajo o en el gimnasio.

  • Somatizaciones. En general, las víctimas de acecho pueden manifestar ciertas dolencias que no poseen una base fisiológica u orgánica; estos malestares aparecen como resultado de la angustia emocional y la ansiedad severas que padecen las víctimas.

  • Vaginismo. Esta afección consiste en que los músculos perineales que rodean el tercio externo de la vagina se contraen involuntariamente, lo que hace que las relaciones íntimas sean dolorosas y casi imposibles.

Stalking: ¿un fenómeno en aumento?

El fenómeno del abuso de los más fuertes sobre los más débiles ha estado presente siempre: tanto las leyendas más antiguas como la historia más reciente dan cuenta de su existencia. Lo que hace del stalking un fenómeno percibido como exponencialmente extendido es la idea de que los derechos de los más débiles (históricamente identificados como mujeres y niños) deben ser protegidos.

Hoy en día, además de esta idea, también existen otros factores que contribuyen a percibir el stalking como un fenómeno en expansión. En primer lugar, existe una incapacidad de las personas de esta época para tolerar la frustración provocada por la ruptura de un vínculo sentimental, sobre todo cuando es la persona débil quien interrumpe esa relación. Y, por otro lado, la falta de límites espaciales y temporales de las redes sociales, como Facebook, contribuye a crear una falsa intimidad y, al mismo tiempo, a generar la posibilidad de un mayor control sobre víctimas potenciales.

Intervención psicoterapéutica con víctimas de stalking (acecho)

A partir del cuadro sintomatológico descrito, queda en evidencia la importancia de que las víctimas de stalking se sientan seguras y resguardadas en un entorno terapéutico empático y sin prejuicios, capaz de fomentar la compresión y la confianza.

El tratamiento terapéutico debe realizarse en simultáneo con la implementación de estrategias prácticas contra el acecho. En ese sentido, es necesario enfocar todos los esfuerzos posibles en mantener o restaurar el apoyo social en las víctimas, con el objetivo de reducir, en la medida de lo posible, tensiones secundarias que podrían dificultar la recuperación.

En la actualidad, no existen estudios que den cuenta de la efectividad de los tratamientos diseñados para víctimas de stalking, pero se ha observado que, en el trastorno de estrés postraumático, cuya sintomatología es muy similar, las intervenciones psicoterapéuticas que han obtenido los mejores resultados son las cognitivo-conductuales.

Según el enfoque cognitivo-conductual, en la primera fase del tratamiento es importante realizar una psicoeducación sobre el stalking, sobre las probables reacciones del stalker y sobre las reacciones psicológicas que se pueden esperar por parte de la víctima.

Más tarde, en función de las respuestas de la víctima, existen diferentes formas de seguir abordando el problema. Según el caso, se puede incentivar a la víctima a buscar apoyo social; a solicitar asesoramiento legal; a interrumpir cualquier contacto con el stalker o a tomar medidas preventivas de protección, como mudarse o cambiar de trabajo. En algunos casos, también se puede recomendar la asistencia a clases de defensa personal, con el objetivo de reducir los sentimientos de impotencia y aumentar la autoconfianza.

Además, es importante enfocarse en el proceso emocional de los episodios de stalking, ya que estas situaciones han hecho que las víctimas sufran una modificación de sus creencias básicas previas sobre razonabilidad y seguridad del entorno en el que viven, otorgándoles una sensación extrema de vulnerabilidad y ansiedad y la idea de que serán atacadas en cualquier momento. Por ello, la terapia cognitiva debe reestructurar las creencias patológicas que amenazan el desarrollo normal de las víctimas, brindándoles la oportunidad de generar una visión más realista y aceptable de su sentido de la seguridad.

Cabe destacar que, cuando el episodio de stalking se encuentra en desarrollo, los miedos de la víctima tienen una base real, por lo que las herramientas cognitivas deben proporcionarse sin perder de vista que existe un verdadero problema de seguridad. También pueden resultar útiles las intervenciones conductuales, como la exposición gradual y las tareas de desensibilización; estas pueden ayudar a superar la ansiedad y a retomar, paulatinamente, actividades previamente abandonadas.

Durante la terapia, es importante incluir a la pareja, en el caso de que la hubiera, y también a los miembros más importantes de la familia. Frecuentemente, las personas más cercanas a la víctima pueden ser una fuente de información colateral valiosa que permitirá desarrollar mejores estrategias que permitan abordar el problema.

Además, estas personas pueden ayudar a la víctima en sus problemas relacionados con la seguridad. Las víctimas también pueden asistir a grupos de autoayuda para reducir los sentimientos de aislamiento y buscar un sentido de comprensión y revalidación entre pares.

Por su parte, la farmacoterapia puede ser una intervención adicional a la psicología, sobre todo en aquellos casos en que la víctima de stalking desarrolla síntomas psiquiátricos incapacitantes.

Sin embargo, debido a que las víctimas no suelen tener experiencias previas de trastornos psiquiátricos, es sumamente importante que las dosis sean bajas para evitar efectos no deseados que podrían acentuar el sufrimiento. Además, se debe considerar el hecho de que el abuso de sustancias es un riesgo frecuente en las víctimas de traumas, y muchas veces estos medicamentos pueden agravar el mal funcionamiento social y cognitivo de las víctimas. En ese sentido, es aconsejable evitar el uso de benzodiacepinas y sustancias que podrían generar dependencia debido a la recurrencia de los episodios de stalking y al tratamiento relacionado.

Es muy importante, además, tener en cuenta la alta tasa de suicidios que existe entre las víctimas de stalking y prestar especial atención a las propiedades desinhibidoras de los medicamentos recetados, ya que estos pueden utilizarse para autolesionarse. Algunos medicamentos que parecen eficaces en el tratamiento de víctimas de acecho son la nefazodona, que tiene propiedades de bloqueo sobre los receptores serotoninérgicos e histaminérgicos, y los antidepresivos serotoninérgicos y noradrenérgicos específicos (NaSSA). Sin embargo, los medicamentos que parecen más útiles son los antidepresivos de nueva generación, entre los que se incluyen los inhibidores selectivos de la recepción de serotonina (ISRS), que también son eficaces para el tratamiento del trastorno del estrés postraumático.

Por último, existen grupos de profesionales de todas las áreas que investigan el fenómeno de stalking. El Modena Group on Stalking es un grupo fundado en 2003 por un grupo de académicos europeos, entre los que se incluyen psiquiatras, abogados, criminólogos y forenses. Desde una mirada multidisciplinaria, este equipo de profesionales abordó el fenómeno a través de una intensa actividad investigativa llevada a cabo en un ámbito internacional. El centro de coordinación del grupo tiene su sede en la Universidad de Módena y Reggio Emilia, aunque los académicos provienen de diferentes países entre los que se incluyen Italia, Bélgica, Holanda, Eslovenia, España e Inglaterra.

Psicólogos que tratan este tema