Se han dicho y todavía se dicen muchas cosas sobre la hipnosis . Su eficacia ha sido puesta en duda por mucho tiempo, debido a su empleo en el mundo del espectáculo o en los ritos «primitivos». Cada uno de nosotros ha visto, al menos una vez, a un ilusionista en la televisión pero que quede claro: ese es un tipo de hipnosis “espectacular” en la que siempre intervienen cómplices o presentadores complacientes .
Desafortunadamente, debido a su espectacularización, las personas perciben la técnica hipnótica como un método llevado a cabo con artificios misteriosos para manipular la voluntad de los demás, como un método para arrancarles los secretos a las personas e investigar en su inconsciente, como una técnica capaz de tratar milagrosamente todo tipo de enfermedad. Nada de todo esto es verdad.
Durante mucho tiempo la hipnosis ha sido considerada como algo mágico pero en realidad es un fenómeno natural, una alteración de la conciencia que puede pasar todos los días, cuando estamos absortos. Pensemos en cuando vemos una película o leemos un periódico, cuando escuchamos un poco de buena música o cuando soñamos despiertos. En todas esas ocasiones en las que estamos concentrados y embelesados por algo que capta nuestra atención, hasta ignorar todo lo que nos rodea, estamos “hipnotizados”.
Esta condición es funcional porque nos permite emplear recursos que, de otra manera, serían inaccesibles con el resultado de mejorar una prestación o promover su bienestar. Muchos artistas emplean la hipnosis para producir sus obras, para identificarse con un personaje o para apasionar mayormente al público.
Sin embargo, no solo el cine y el mundo del espectáculo han considerado la hipnosis como una práctica mágica.
La hipnosis originaria era muy diferente de la hipnosis moderna. La persona que confirió un halo de misterio en torno a la práctica hipnótica fue Mesmer, un personaje controvertido que vivió entre el siglo XVIII y el siglo XIX. Su técnica era directa, autoritaria y estaba dirigida a personas sugestionables. Le encantaba dar espactáculo y esto le causó una cierta fama en los entornos nobiliarios y burgueses.
De aquí nació la así llamada “hipnosis espectacular”. ¿Pero cómo funciona? En general, el hipnotizador invita a un voluntario del público, lo mira fijo en los ojos y le habla de manera repetitiva y monótona hasta que el individuo baja los párpados, y cae en un estado de trance hipnótica. A esa altura el desventurado se encuentra a la merced de los comandos (a menudo vergonzosos o absurdos) del hipnotizador.
En realidad, la persona interesada es un cómplice y todo está planificado teóricamente para entretener al público. Si el hipnotista eligiera realmente a voleo entre el público, fracasaría casi seguramente, porque las personas sugestionables son raras. Además, recordemos que la hipnosis está permitida solo a los médicos y psicólogos y si se practica fuera de un contexto controlado, el “mago” podría ser denunciado por abuso de su profesión.
A menudo, en los telediarios se oyen noticias en las que las personas de a pie, que suelen ser ancianas, están raptadas “bajo hipnosis”. ¿Hay algo verdadero en todo esto? ¿La persona está realmente bajo hipnosis?
Sería bueno subrayar que no es posible hipnotizar a una persona sin su consenso. En estos casos no se trata de hipnosis, sino de una hábil manipulación, que suele ser realizada creando confusión en la víctima. Las víctimas no suelen darse cuenta de haber sido engañadas, es doloroso y humillante aceptar lo que les ha pasado, por eso prefieren (de manera consciente o inconsciente) creer que han sido hipnotizadas.
Tampoco es posible obligar a matar bajo hipnosis, ¡estas cosas solo pasan en las películas!
El objetivo real de la hipnosis es acceder al inconsciente del individuo, es decir, a ese “lugar” donde residen experiencias e información aprendidas a lo largo de la vida. La hipnosis moderna se ha desarrollado en torno al trabajo de Milton Erickson, considerado el mayor hipnotista de todos los tiempos.
Erickson solía invitar a la persona a relajarse y a concentrar su atención en algo específico. Este estratagema era útil a la persona (colaborativa) que se aislaba de la realidad exterior y dirigía su atención hacia el interior. De esta manera, el concepto de tiempo desaparece y el hipnotizador se convierte en una voz, una sugestión positiva.
A través de la hipnosis se induce el “trance”, un estado peculiar entre el sueño y la vigilia. Una vez que se ha inducido el trance hipnótico, el hipnotista se encuentra con una persona muy relajada, cuyas inhibiciones, es decir, las barreras que pueden permitir un cambio están bajas. La hipnosis se emplea en la medicina y en la psicología en diferentes casos: trastorno neurótico (por ej. ansiedad y depresión), dolor (por ej. cefalea, dolor de espalda), preparación a las intervenciones quirúrgicas, preparación al parto, tabaco, alcoholismo, enfermedades con componente psicosomático.
Para eludir las resistencias “racionales” no es sumamente necesario el trance hipnótico. Se emplea mucho (sobre todo los vendedores y oradores) el lenguaje persuasivo que sobrepasa las habilidades lógicas y críticas de quien escucha a través de imágenes, metáforas, juegos de palabras y chistes.